espiritualidad

“En la mente de un confuso discípulo había muchas dudas y tensiones. Fue a reunirse con su maestro y le preguntó:
– ¿Cómo podré saber, maestro, cuándo estoy en la senda de la paz interior?
El maestro respondió:
– Cuando lo estés, no te formularás esa pregunta. Simplemente, te bastará disfrutar de la paz interior.”

 

Hoy en día vivimos en una sociedad en la que todos vamos constantemente deprisa. Tenemos una gran cantidad de preocupaciones diarias, queremos lograr cumplir de forma excelente en todos los ámbitos de nuestra vida, y además, queremos que las personas de nuestro entorno siempre queden satisfechas con nosotros.

Esto ocurre hasta que llega un momento en el que no podemos más y nuestro cuerpo dice “basta”. Podemos detectar ese momento cuando caemos enfermos tras una época de mucho estrés, ya sea por una gripe o un constipado que nos obliga a frenar el ritmo o a pararlo totalmente, o también, tomándonos unos minutos para prestar atención hacia nuestro interior y formulándonos la siguiente pregunta: ¿Cómo estoy yo?

Es ahí, en ese momento, cuando podemos percatarnos de cómo estamos realmente, de darnos cuenta de que nos sentimos tensos e inquietos, de que estamos más irritables, de que no descansamos bien por las noches, de que no tenemos tiempo para desconectar ni un momento de todo cuanto nos rodea, de que desde hace tiempo que no vemos a nuestros amigos, etc.

Cuando hablamos de espiritualidad, a muchos de vosotros seguramente os venga a la mente la religión. Y sí, es cierto que hay personas que la espiritualidad la encuentran en ésta, en Dios; no obstante, hay otras muchas personas que la encuentran en la música, en el arte, en el cine o bien en la conexión con la naturaleza.

Es decir, podríamos definir la espiritualidad como la búsqueda de la paz interior, ese estado en el que nos sentimos a gusto, tranquilos, aliviados, en definitiva, aquel que hace que nos sintamos bien con nosotros mismos, tanto estando solos como acompañados.

Mejorar este valor puede no curar enfermedades, pero ayuda a que nos sintamos mejor e incluso a prevenir algunos problemas de salud cuyo origen es la ansiedad, el estrés y/o las preocupaciones constantes que pueden llegar a ocupar una gran parte de nuestras vidas si dejamos que así sea.

Pero si tan importante es ¿cómo podemos mejorarla? Pues bien, para mejorar la salud espiritual podemos seguir dos pasos:

  1. Identificar qué cosas de nuestra vida nos aportan esa paz interior: leer, cantar, escuchar el sonido del mar, pasear, meditar, correr, ir al gimnasio, ir a la montaña,…
  2. Y facilitar que dichas cosas puedan llevarse a cabo.

Si desconocemos qué cosas son las que nos aportan esa paz interior, es importante ir probando diferentes actividades siendo muy conscientes de lo que nos hacen sentir, hasta dar con aquellas que sean claves para nuestro bienestar personal. Una vez identificadas, debemos ser capaces de encontrar el tiempo para llevarlas a cabo y programarlas al menos una vez por semana.

Es importante que prioricemos de vez en cuando esos momentos y que nos cuidemos a nosotros en primer lugar. No es una pérdida de tiempo como muchas veces pensamos. No es ninguna tontería ni es de ser egoísta el hecho de poder dedicarnos una hora a la semana a nosotros mismos. Al final, esto  nos permitirá recargar pilas para poder seguir el acelerado ritmo que nos lleva la vida, permitirá que seamos más optimistas, permitirá que podamos relacionarnos de una manera más satisfactoria con los demás, permitirá que nos sintamos más felices, permitirá que podamos cuidar bien de las personas queridas y que podamos ayudarles cuando así lo precisen.

 

Mercedes Casado

Psicóloga col. 22371

 

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