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Virginia Satir está considerada por muchos como una de las figuras más importantes en los métodos modernos de la Terapia Sistémica Familiar.

Según V. Satir, las personas nos comunicamos siguiendo ciertos patrones que son universales. Estos patrones suelen ser utilizados como respuesta al estrés, la tensión o cuando sentimos que nuestra autoestima está en peligro. Una persona que no quiera revelar su identidad a los demás, al sentir dicha amenaza, intentará disfrazarla utilizando una de estas formas:

  1. Aplacar: evitando así que la otra persona se enfade.
  2. Culpar: para que la otra persona la considere como alguien fuerte
  3. Calcular: para hacer frente a la amenaza como si fuese inocua. La autoestima personal se oculta tras impresionantes palabras y conceptos intelectuales.
  4. Distraer: para así ignorar la amenaza, actuando como si no existiera

Sin embargo, no debemos olvidarnos de todo aquello que comunicamos con nuestro cuerpo. Éste es capaz de reflejar nuestros sentimientos de valía personal, por tanto, si nuestra autoestima está en duda, nuestro cuerpo expresará esto mismo de una forma u otra.

El aplacador es un comunicador que suele usar palabras que expresan aceptación “lo que quieras me parecerá bien, sólo sirvo para hacerte feliz”. Por otro lado, el cuerpo nos dice “soy un desvalido” e internamente se siente como si no fuera nada sin la otra persona. Éste suele pensar que tiene mucha suerte de todo lo que tiene, que debe gratitud a todos y que es el único responsable de todo lo que le salga mal. Siempre trata de agradar y complacer a los demás, se disculpa constantemente y nunca se muestra en desacuerdo. Busca como imprescindible la aprobación y el amor de los demás.

El acusador o agresivo utiliza palabras que demuestran desacuerdo “Nunca haces nada bien”, y no le importa rebajar a los demás. Su cuerpo, que normalmente va acompañado de un dedo acusador, refleja evidentemente acusación y expresa “aquí mando yo”. Suele encontrar defectos y críticas para todo y adopta una actitud de superioridad hacia los otros. Esto es así, porque internamente, la persona también tiene una baja autoestima y se siente sola e inútil.  Su voz es dura y tensa, tan tensa como lo están también sus músculos y sus órganos.

El superrazonable es lógico, correcto, razonable y políticamente correcto en exceso. Es calmado, distante, más bien frío y poco demostrativo en sus emociones. Su voz es seca y monótona y usa frecuentemente palabras abstractas. Según Virginia Satir, los superrazonables, se guían por la norma: “Di las palabras correctas, no demuestres sentimientos, no reacciones”. Internamente es una persona que se siente indefensa.

El distractor cuando habla o hace algo, generalmente no tiene ningún tipo de relación con lo que se estaba hablando o se estaba haciendo en ese momento. Parece como si no prestara atención a las conversaciones e ignorara completamente las preguntas que se le formulan. Internamente es una persona que siente “a nadie le importo, aquí no tengo sitio para mí”. Su voz puede volverse aguda o grave sin razón al estar enfocada en el vacío.

Por último, existe otro tipo de comunicador, el comunicador funcional (fluido o natural) que sería el adecuado.

El funcional utiliza una comunicación clara y precisa, haciendo aclaraciones cuando se le piden o cuando la otra persona parece no comprender bien lo que se le está diciendo. Asimismo, no tiende a dar las cosas por supuestas y por ello pide aclaraciones para verificar lo que ha podido entender. Existe coherencia entre lo que dice verbalmente y lo que expresa su lenguaje corporal. Es capaz de expresar lo que desea con franqueza y respeto, teniendo siempre en cuenta la autoestima de su interlocutor tanto al hablar como al escuchar. Y es capaz de transmitir confianza y sinceridad a los demás, por lo que facilita y mejora sus relaciones.

Es muy importante conocer cuál es nuestro estilo de comunicación puesto que la utilizamos constantemente. Muchos de los problemas que tenemos hoy en día en nuestras relaciones (pareja, amigos, familia) se resolverían más fácilmente y con mejores resultados si cuidáramos más nuestras palabras, nuestras expresiones, nuestros gestos y nuestras acciones.

 

Mercedes Casado

Psicóloga col. nº22371

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